martes, 3 de septiembre de 2013

Reflexión "Por quien doblan las Campanas" de John Donne

Por quien doblan las Campanas


Johhn Donne, Meditación XVII

Reflexión Personal, del poema del clérigo del Siglo XVII



Meditación # 17 Por John Donne De Devociones sobre ocasiones emergentes (1623), XVII: Nunc Lento Sonitu Dicunt , Morieris ( Ahora esta campana, que suena suavemente para otro, me dice, has de morir. )
Acaso, que para quien esta campana que suena puede ser tan mala, como que no sabe que suena para él, y tal vez me puedo creer a mí mismo mucho mejor de lo que soy, ya que los que están a mí alrededor y ven mi estado, pueden haber causado que sonara para mí, y yo no lo sabía. La Iglesia es católica, universal, también lo son todas sus acciones, todo lo que ella hace es de todos. Cuando se bautiza a un niño, la acción me preocupa, porque ese niño está así conectado a ese cuerpo que es mi cabeza también, e injertado en ese cuerpo del cual yo soy miembro. Y cuando se entierra a un hombre, la acción me preocupa; la humanidad es de un autor, y es un volumen, cuando un hombre muere, un capítulo no se arranca del libro, pero se tradujo en un mejor lenguaje, y cada capítulo debe ser traducido así: Dios emplea a varios traductores; algunas piezas son traducidas por la edad, otros por enfermedad , otros por la guerra, otros por la justicia, pero la mano de Dios está en todas las traducciones, y su mano vinculará a todas nuestras hojas dispersas de nuevo para esa biblioteca donde todos los libros se encuentran abiertos el uno al otro. Por tanto, la campana que suena a un sermón no exhorta sólo al predicador, pero sobre todo a la congregación que ha de venir, por lo que esta campana nos llama, pero ¿cuánto más yo, que soy llevado tan cerca de la puerta por esta enfermedad?
Hubo una disputa en cuanto a una demanda (en el que se mezclaban tanto la piedad y dignidad, la religión y la estimación), ¿cuál de las órdenes religiosas deben llamar a la oración primera de la mañana? y se determinó, que deben sonar primero las campanas la que se levantó más temprano. Si entendemos correctamente la dignidad de esta campana que suena para nuestra oración de la tarde, se espera que sea nuestro por levantarse temprano, en esa disciplina, que podría ser la nuestra, así como la suya, que de hecho lo es.
La campana sonó para aquel que fue, y aunque intermitente suena de nuevo, sin embargo, a partir de ese momento que esta ocasión obró sobre él, que está unida a Dios. ¿Quién no echa un vistazo al sol cuando se levanta? ¿Quién le quita el ojo a un cometa que aparece? ¿Quién no presta oído a ninguna campana que suena en cualquier ocasión? pero ¿quién puede eliminarlo de la campana que está pasando un pedazo de sí mismo fuera de este mundo? Ningún hombre es una isla, completo en sí mismo, cada hombre es un pedazo del continente, una parte principal. Si un terrón de tierra es arrastrado por el mar, toda Europa queda disminuida, así como si fuera un promontorio, así como casa de tu amigo o la tuya propia: la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque soy parte de la humanidad ,y por lo tanto nunca preguntes por quién doblan las campanas, doblan por ti .
Tampoco podemos llamamos una mendicidad de la miseria, o bien una necesidad de la miseria, como si no estábamos lo suficientemente miserables de nosotros mismos, sino que debemos buscar en más de la casa de al lado, al tomar sobre nosotros el sufrimiento de nuestros vecinos. En verdad se trataría de una codicia excusable si lo hiciéramos, porque la aflicción es un tesoro, y escaso alguno tiene bastante de él. Ningún hombre tiene aflicción suficiente que no está maduro y madurado por el mismo, y se ajuste a Dios por esa aflicción. Si un hombre lleva tesoro en lingotes o en un lingote de oro, y no posee ninguno acuñado en dinero actual, su tesoro no le sufraga mientras viaja. La Tribulación es el tesoro de la naturaleza de la misma, pero no es moneda corriente en el uso de la misma, salvo que obtenemos cada vez más cerca nuestra casa, el cielo, por el mismo. Otro hombre puede estar enfermo también, y enfermo de muerte, y esta afección puede estar en sus entrañas, como el oro en una mina, y ser de ninguna utilidad para él, pero esta campana, que me dice de su aflicción, se esfuerza por salir y se aplica ese oro para mí: si por esta consideración del peligro de otro tomo la mía propia en la contemplación, y así asegurar a mí mismo, por lo que recurro a mi Dios, que es nuestra única seguridad.








Meditación XVII por John Donne, del Ensayo Devociones sobre ocasiones emergentes (1623); incluye el poema Por quién doblan las Campanas.

La Sección diecisiete del ensayo, dividido en <<Meditaciones>>, incluye el Poema previamente mencionado, en el cual el poeta, sacerdote y abogado abunda sobre diversos aspectos metafísicos de la existencia del Ser Humano, siendo que, el principal aspecto analizado es la Muerte, y en torno a esta, se versa sobre diversos ámbitos del quehacer humano, como lo son la Iglesia, la Religión, la Humanidad, la Miseria y Dios, entre otros aspectos.
El valor elemental para comprender dichas situaciones, y el total de la meditación, es la Universalidad; ya que tal es el caso de la muerte, la cual se considera universal para todo ser vivo, ya sea este ser humano o no; y en tanto que la vida tiene un fin, tiene un sentido; ya que si no hubiese un plazo máximo, un juicio final, no cabría realizar tantas y tan variadas actividades, como lo hace el Ser Humano. Bien lo dijo Arthur Schopenhauer “Sin la muerte difícilmente se hubiera filosofado”.
De igual manera, entiéndase que la Universalidad de la Muerte provoca otras Universalidades similares estructuralmente. Es este el caso de la Religión, la cual, necesariamente tiene Verdades Universales y Dogmáticas. Considérese la idea de Dios, sin menoscabo alguno para cualquier religión, sea monoteísta o politeísta; Dios es omnipotente, omnipresente y eterno, valores que, si se analizan, parten de la condición humana, ya sea el poder hacer algo, el poder estar en un lugar y el estar por un determinado tiempo, la idea de Dios es una suerte de potenciación de la condición humana, un alzamiento de las categorías en las que el ser humano se mueve desde sus orígenes. Así, Dios todo lo puede, en todas partes y en todo momento, superando las limitaciones inherentes del Ser Humano, y, es esa misma naturaleza absolutamente superior lo que le ha granjeado a la idea de Dios su Universalidad. Cabe destacar, que Dios es solo una idea, Dios es, más no existe, lo que sí existe es la Iglesia, el Templo, la Meca, las Mezquitas; sin embargo, esta categoría metafísica coadyuva a que la idea de Dios y a la idea de la Muerte sean ambas Universales.
Posteriormente, puede mencionarse otra Universalidad, la cual, tiene raíces en los primeros pasos del Ser Humano como individuo y grupo social, y esta es la Humanidad, o, dicho en términos ligeramente menos subjetivos, la Sociedad. La endeble condición humana, ya no vista desde el nivel metafísico, sino físico, logró obligar al Ser Humano a asociarse con sus semejantes, ya fuese para construir un refugio, para conseguir alimento, o bien para crear una empresa, ganar una elección política o trascender el conocimiento de una generación a otra. La Sociedad es Universal, puesto que no podría pensarse en el progreso si no hubiese Dialéctica, al estilo de Sócrates y su Mayéutica, y de Hegel y sus tríadas. Piénsese en un mundo en el cual los Seres Humanos fueran individualistas en su totalidad, verdaderos y absolutos ermitaños; sin duda el progreso y dominación del planeta no habría sido posible. Aún y cuando pudiera argumentarse el hecho que la Sociedad ha engendrado los peores demonios de la Humanidad, ya sea la Guerra, las intrigas, la división en sus diversas manifestaciones, desde las Naciones hasta las Clases Sociales; sin la capacidad para la asociación, el Ser Humano no sería especie dominante en el planeta, y estaría sobajado a una condición secundaria.
La condición humana universal última a analizar es la Miseria. John Donne menciona a la Miseria como lo que nos acerca más y más al cielo, es decir, como un valor positivo, ciertamente y en concordancia con el filósofo metafísico pesimista previamente nombrado, Schopenhauer opina que el dolor es positivo y la felicidad negativa. Considérese, para poner en perspectiva dichas afirmaciones, el hecho que cuando un Ser Humano se encuentra feliz, a fuerza de inducirse a ello, difícilmente se percata de la condición conocida como felicidad, de la cual Aristóteles habló ampliamente; en cambio, bastan tan solo los característicos síntomas físicos que acompañan al dolor y la tristeza para caer en cuenta de que uno se haya triste o desanimado. Piénsese en las diversas vicisitudes y tribulaciones que tienen que atravesar las personas y las naciones para al fin llegar a lo que ellas consideran su meta, se observará que, por ejemplo, antes de conseguir la paz, las naciones se hayan en guerra, y es solo por medio de esta última, que llegan a aprender a valorar la paz. Igualmente, de manera individual, el ser humano solo aprecia la serenidad cuando ha tenido suficiente agitación en su vida, y por lo general eso solo sucede en los años de senectud del Ser Humano.

Así, tenemos que el discurso del poema versa sobre 4 valores universales: la muerte, la religión, la sociedad y la miseria, de manera que la muerte pareciese causa de la religión y la sociedad de la miseria, casualmente en el mismo orden. Sin embargo, si hay algo que es sumamente rescatable y loable en los versos del poeta, es el hecho que la naturaleza del hombre es dual, y tiende tanto a ser positiva como negativa, según la perspectiva que analice, interprete y critique. Por ello, y desde su punto de vista, como poeta, sacerdote y abogado, el autor ensalza y destaca la universalidad de la Iglesia y la trascendencia de todos sus actos en la vida de todos sus integrantes. A su vez, la compara con lo sublime que se haya en la naturaleza, ya que tal y como todos somos parte de la naturaleza, y por ello debiese de importarnos a todos, asimismo a los integrantes de la Iglesia les debe interesar todo lo que esta haga.
Por otra parte, Donne reprueba y condena el Individualismo ya que “ningún hombre es una isla, completo en sí mismo”, de tal forma, que allí se denota nuevamente el gran valor que asigna a la Humanidad y a la Sociedad, y piensa que sin duda alguna todo tiene que ver con todo, y lo que mi prójimo haga debe también preocuparme a mí, lo que mi vecino haga también me afecta a mí, en una suerte de pensamiento Estructural-Funcionalista. Por último, invita a buscar la miseria y la aflicción constantemente, de tal manera que estas nos acercaran cada vez más y más al cielo, y si en el camino vemos a nuestras fuerzas flaquear, hemos de recurrir a Dios, nuestra única, verdadera y absoluta seguridad.
Personalmente, desconocía la obra de John Donne, y considero que está cargada de enormes enseñanzas, así como de una profundidad inmensa, ya que el presente esbozo de ensayo no abarca sino la punta del iceberg de lo que, considero, Donne trató de decirnos a todos, como Humanidad, como ese valor que tanto estimaba y alzaba.

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