Por quien doblan las Campanas
Johhn Donne, Meditación XVII
Reflexión Personal, del poema del clérigo del Siglo XVII
Meditación # 17 Por John Donne De
Devociones sobre ocasiones emergentes (1623), XVII: Nunc Lento Sonitu Dicunt ,
Morieris ( Ahora esta campana, que suena suavemente para otro, me dice, has de
morir. )
Acaso, que para quien esta
campana que suena puede ser tan mala, como que no sabe que suena para él, y tal
vez me puedo creer a mí mismo mucho mejor de lo que soy, ya que los que están a
mí alrededor y ven mi estado, pueden haber causado que sonara para mí, y yo no lo
sabía. La Iglesia es católica, universal, también lo son todas sus acciones, todo
lo que ella hace es de todos. Cuando se bautiza a un niño, la acción me
preocupa, porque ese niño está así conectado a ese cuerpo que es mi cabeza
también, e injertado en ese cuerpo del cual yo soy miembro. Y cuando se
entierra a un hombre, la acción me preocupa; la humanidad es de un autor, y es
un volumen, cuando un hombre muere, un capítulo no se arranca del libro, pero
se tradujo en un mejor lenguaje, y cada capítulo debe ser traducido así: Dios
emplea a varios traductores; algunas piezas son traducidas por la edad, otros
por enfermedad , otros por la guerra, otros por la justicia, pero la mano de
Dios está en todas las traducciones, y su mano vinculará a todas nuestras hojas
dispersas de nuevo para esa biblioteca donde todos los libros se encuentran
abiertos el uno al otro. Por tanto, la campana que suena a un sermón no exhorta
sólo al predicador, pero sobre todo a la congregación que ha de venir, por lo
que esta campana nos llama, pero ¿cuánto más yo, que soy llevado tan cerca de
la puerta por esta enfermedad?
Hubo una disputa en cuanto a una
demanda (en el que se mezclaban tanto la piedad y dignidad, la religión y la
estimación), ¿cuál de las órdenes religiosas deben llamar a la oración primera
de la mañana? y se determinó, que deben sonar primero las campanas la que se
levantó más temprano. Si entendemos correctamente la dignidad de esta campana
que suena para nuestra oración de la tarde, se espera que sea nuestro por
levantarse temprano, en esa disciplina, que podría ser la nuestra, así como la
suya, que de hecho lo es.
La campana sonó para aquel que
fue, y aunque intermitente suena de nuevo, sin embargo, a partir de ese momento
que esta ocasión obró sobre él, que está unida a Dios. ¿Quién no echa un
vistazo al sol cuando se levanta? ¿Quién le quita el ojo a un cometa que aparece?
¿Quién no presta oído a ninguna campana que suena en cualquier ocasión? pero
¿quién puede eliminarlo de la campana que está pasando un pedazo de sí mismo
fuera de este mundo? Ningún hombre es una isla, completo en sí mismo, cada hombre
es un pedazo del continente, una parte principal. Si un terrón de tierra es
arrastrado por el mar, toda Europa queda disminuida, así como si fuera un
promontorio, así como casa de tu amigo o la tuya propia: la muerte de cualquier
hombre me disminuye, porque soy parte de la humanidad ,y por lo tanto nunca
preguntes por quién doblan las campanas, doblan por ti .
Tampoco podemos llamamos una
mendicidad de la miseria, o bien una necesidad de la miseria, como si no
estábamos lo suficientemente miserables de nosotros mismos, sino que debemos
buscar en más de la casa de al lado, al tomar sobre nosotros el sufrimiento de
nuestros vecinos. En verdad se trataría de una codicia excusable si lo
hiciéramos, porque la aflicción es un tesoro, y escaso alguno tiene bastante de
él. Ningún hombre tiene aflicción suficiente que no está maduro y madurado por
el mismo, y se ajuste a Dios por esa aflicción. Si un hombre lleva tesoro en
lingotes o en un lingote de oro, y no posee ninguno acuñado en dinero actual,
su tesoro no le sufraga mientras viaja. La Tribulación es el tesoro de la
naturaleza de la misma, pero no es moneda corriente en el uso de la misma,
salvo que obtenemos cada vez más cerca nuestra casa, el cielo, por el mismo.
Otro hombre puede estar enfermo también, y enfermo de muerte, y esta afección
puede estar en sus entrañas, como el oro en una mina, y ser de ninguna utilidad
para él, pero esta campana, que me dice de su aflicción, se esfuerza por salir
y se aplica ese oro para mí: si por esta consideración del peligro de otro tomo
la mía propia en la contemplación, y así asegurar a mí mismo, por lo que
recurro a mi Dios, que es nuestra única seguridad.
Meditación XVII por John Donne,
del Ensayo Devociones sobre ocasiones
emergentes (1623); incluye el poema Por
quién doblan las Campanas.
La Sección diecisiete del ensayo,
dividido en <<Meditaciones>>, incluye el Poema previamente
mencionado, en el cual el poeta, sacerdote y abogado abunda sobre diversos
aspectos metafísicos de la existencia del Ser Humano, siendo que, el principal
aspecto analizado es la Muerte, y en torno a esta, se versa sobre diversos
ámbitos del quehacer humano, como lo son la Iglesia, la Religión, la Humanidad,
la Miseria y Dios, entre otros aspectos.
El valor elemental para
comprender dichas situaciones, y el total de la meditación, es la
Universalidad; ya que tal es el caso de la muerte, la cual se considera
universal para todo ser vivo, ya sea este ser humano o no; y en tanto que la
vida tiene un fin, tiene un sentido; ya que si no hubiese un plazo máximo, un juicio final, no cabría realizar tantas y
tan variadas actividades, como lo hace el Ser Humano. Bien lo dijo Arthur
Schopenhauer “Sin la muerte difícilmente
se hubiera filosofado”.
De igual manera, entiéndase que
la Universalidad de la Muerte provoca otras Universalidades similares
estructuralmente. Es este el caso de la Religión, la cual, necesariamente tiene
Verdades Universales y Dogmáticas. Considérese la idea de Dios, sin menoscabo
alguno para cualquier religión, sea monoteísta o politeísta; Dios es
omnipotente, omnipresente y eterno, valores que, si se analizan, parten de la
condición humana, ya sea el poder hacer algo, el poder estar en un lugar y el
estar por un determinado tiempo, la idea de Dios es una suerte de potenciación
de la condición humana, un alzamiento de las categorías en las que el ser
humano se mueve desde sus orígenes. Así, Dios todo lo puede, en todas partes y
en todo momento, superando las limitaciones inherentes del Ser Humano, y, es esa
misma naturaleza absolutamente superior lo que le ha granjeado a la idea de
Dios su Universalidad. Cabe destacar, que Dios es solo una idea, Dios
es, más no existe, lo que sí existe es la Iglesia, el Templo, la Meca,
las Mezquitas; sin embargo, esta categoría metafísica coadyuva a que la idea de
Dios y a la idea de la Muerte sean ambas Universales.
Posteriormente, puede mencionarse
otra Universalidad, la cual, tiene raíces en los primeros pasos del Ser Humano
como individuo y grupo social, y esta es la Humanidad, o, dicho en términos
ligeramente menos subjetivos, la Sociedad. La endeble condición humana, ya no
vista desde el nivel metafísico, sino físico, logró obligar al Ser Humano a
asociarse con sus semejantes, ya fuese para construir un refugio, para
conseguir alimento, o bien para crear una empresa, ganar una elección política
o trascender el conocimiento de una generación a otra. La Sociedad es
Universal, puesto que no podría pensarse en el progreso si no hubiese Dialéctica, al estilo de Sócrates y su
Mayéutica, y de Hegel y sus tríadas. Piénsese en un mundo en el cual los Seres
Humanos fueran individualistas en su totalidad, verdaderos y absolutos ermitaños;
sin duda el progreso y dominación del planeta no habría sido posible. Aún y
cuando pudiera argumentarse el hecho que la Sociedad ha engendrado los peores
demonios de la Humanidad, ya sea la Guerra, las intrigas, la división en sus
diversas manifestaciones, desde las Naciones hasta las Clases Sociales; sin la
capacidad para la asociación, el Ser Humano no sería especie dominante en el
planeta, y estaría sobajado a una condición secundaria.
La condición humana universal
última a analizar es la Miseria. John Donne menciona a la Miseria como lo que
nos acerca más y más al cielo, es decir, como un valor positivo, ciertamente y
en concordancia con el filósofo metafísico pesimista previamente nombrado,
Schopenhauer opina que el dolor es positivo y la felicidad negativa. Considérese,
para poner en perspectiva dichas afirmaciones, el hecho que cuando un Ser
Humano se encuentra feliz, a fuerza de inducirse a ello, difícilmente se
percata de la condición conocida como felicidad, de la cual Aristóteles habló
ampliamente; en cambio, bastan tan solo los característicos síntomas físicos
que acompañan al dolor y la tristeza para caer en cuenta de que uno se haya
triste o desanimado. Piénsese en las diversas vicisitudes y tribulaciones que
tienen que atravesar las personas y las naciones para al fin llegar a lo que
ellas consideran su meta, se observará que, por ejemplo, antes de conseguir la
paz, las naciones se hayan en guerra, y es solo por medio de esta última, que
llegan a aprender a valorar la paz. Igualmente, de manera individual, el ser
humano solo aprecia la serenidad cuando ha tenido suficiente agitación en su
vida, y por lo general eso solo sucede en los años de senectud del Ser Humano.
Así, tenemos que el discurso del
poema versa sobre 4 valores universales: la muerte, la religión, la sociedad y
la miseria, de manera que la muerte pareciese causa de la religión y la sociedad
de la miseria, casualmente en el mismo orden. Sin embargo, si hay algo que es
sumamente rescatable y loable en los versos del poeta, es el hecho que la
naturaleza del hombre es dual, y tiende tanto a ser positiva como negativa,
según la perspectiva que analice, interprete y critique. Por ello, y desde su
punto de vista, como poeta, sacerdote y abogado, el autor ensalza y destaca la
universalidad de la Iglesia y la trascendencia de todos sus actos en la vida de
todos sus integrantes. A su vez, la compara con lo sublime que se haya en la
naturaleza, ya que tal y como todos somos parte de la naturaleza, y por ello
debiese de importarnos a todos, asimismo a los integrantes de la Iglesia les
debe interesar todo lo que esta haga.
Por otra parte, Donne reprueba y
condena el Individualismo ya que “ningún hombre es una isla, completo en sí mismo”,
de tal forma, que allí se denota nuevamente el gran valor que asigna a la
Humanidad y a la Sociedad, y piensa que sin duda alguna todo tiene que ver con
todo, y lo que mi prójimo haga debe también preocuparme a mí, lo que mi vecino
haga también me afecta a mí, en una suerte de pensamiento Estructural-Funcionalista.
Por último, invita a buscar la miseria y la aflicción constantemente, de tal
manera que estas nos acercaran cada vez más y más al cielo, y si en el camino
vemos a nuestras fuerzas flaquear, hemos de recurrir a Dios, nuestra única,
verdadera y absoluta seguridad.
Personalmente, desconocía la obra
de John Donne, y considero que está cargada de enormes enseñanzas, así como de
una profundidad inmensa, ya que el presente esbozo de ensayo no abarca sino la
punta del iceberg de lo que, considero, Donne trató de decirnos a todos, como
Humanidad, como ese valor que tanto estimaba y alzaba.
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