miércoles, 11 de septiembre de 2013

El Príncipe, Capítulos IV-VIII

Nicolás Maquiavelo: El Príncipe, Capítulo IV al VIII



Capítulo IV.- Por qué el reino de Darío ocupado por Alejandro no se sublevó contra los sucesores de éste después de su muerte.

Dentro de este capítulo, en aras de no enfrascarnos tan profundamente en los ejemplos históricos que el autor enuncia vastamente, nos limitaremos a describir las ideas y principios que son presentados, ya que aquí no se pretende emular o transcribir la obra, sino solo comentarla y agregar puntos que enriquezcan lo ya escrito por Maquiavelo; situación que será sostenida durante todo el trabajo aquí emprendido.

Dentro del capítulo, se distingue que históricamente, dentro de los principados, hay dos formas de gobernar: cuando el Príncipe elige de entre sus siervos a los que serán elevados a la categoría de Ministros, quienes le ayudarán a gobernar mejor, o bien, cuando el príncipe gobierna, oficialmente a lo menos, por sí solo, pero tácitamente recibe la ayuda de familias de Nobles, que tienen sus propios Estados, un linaje de gran duración, y el amor del pueblo.

De lo anterior se desprende que si el Príncipe gobierna con la ayuda de los Nobles, dentro de toda la extensión de su Territorio, no se reconoce otra autoridad que no sea la de él, es el único Soberano; sin embargo, el mismo príncipe, y las personas cercanas a él, conocen que depende de los Nobles que le asisten. Esta situación es similar a la dependencia que algunos gobernantes (sin necesidad de mencionar nombres), mantienen con las instancias internacionales como el FMI, el BM, la OMC, entre otros, o bien, con empresas Transnacionales como lo son Monsanto, Coca Cola Company, Shell, Texaco, entre muchas otras.

Por otra parte, si el Príncipe se sirve de Ministros, deberá tener cuidado de que estos le sean leales sola y únicamente a él, y que el pueblo les tenga respeto, solo por ser representantes de él.


Capítulo V.- De qué modo hay que gobernar las ciudades o principados que antes de ser ocupados, se regían por sus propias leyes.

Este capítulo es de suma importancia, ya que presenta principios prácticamente invariables en ejemplos históricos, que sirven para domar a un Estado que se encuentra en una transición como una Revolución o un Golpe de Estado.
  
Maquiavelo, dentro de sus consideraciones iniciales, da una triple pauta, con la cual pretende abarcar toda posibilidad y variable existente en un evento de cataclismo y reverberación social; esto es, para conservar un Estado antes libre y autónomo, hay tres caminos posibles: Destruirlo, Vivir en él, y conservar todo como estaba antes, hacer pagar un tributo y establecer un gobierno emanado del mismo pueblo.

Luego, continuando con los tintes maquiavélicos de la obra, el autor nos menciona que si se pretende conservar un Estado que, antes era libre, y nunca había sido gobernado por un Soberano, se debe primero aplastar al mismo, doblegarlo y malearlo a gusto del Príncipe, esto para lograr imponer su autoridad y su ley, teniendo la seguridad que, como en los siguientes capítulos se versará, iniciar con un mal tan terrible, en verdad traerá grandes beneficios a futuro.

Luego, como previamente se había mencionado en el capítulo III, una buena medida para granjearse el respeto, amor, y afinidad de los pueblos recién conquistados o anexados, más aún si anteriormente los mismos eran libres, es radicarse en su territorio. Esta situación, brinda un mayor abanico de influencia y posibilidades al Príncipe, quien, gracias a ello, podrá detectar insurrecciones y conspiraciones incluso antes de que aparezcan; caso contrario, que si no vive en el nuevo territorio, solo verá los problemas cuando ya sea demasiado tarde, y no podrá actuar correctamente.

Por último, la tercer vía, en suma, la menos dura, pero sin duda la más maquiavélica, dice que el instaurar un gobierno de representación popular, podría ganarle al príncipe cierta imagen positiva, ya que dejará que el pueblo se gobierne a sí mismo, aún y cuando, en realidad, los representantes sean nombrados a modo, de tal manera que el Príncipe les diga que hacer, y sean solo títeres de la voluntad máxima del mismo. Puede tenerse confianza en que estos le serán fieles y leales, ya que le deben el cargo al Príncipe, y si quisieran sublevarse, no lo lograrían so pena de un sinfín de riesgos y peligros, o bien, necesitarían una gran trayectoria para que el Príncipe les de su plena confianza, para luego traicionarla.

Podríamos considerar, que la más racional y maquiavélica, es decir, astuta y sagaz, es la última, ya que sugiere una democracia representativa, que no vulnera físicamente la integridad del pueblo, sino que, sin recurrir a las armas, y a la vigilancia constante e incansable del Príncipe, garantiza la estabilidad del gobierno, así como la paz y la prosperidad.


Capítulo VI.- De los principados nuevos que se adquieren con las armas propias y el talento personal.

Se inicia el capítulo manifestando que adquirir un territorio, con el esfuerzo y el sudor propio del Príncipe, si bien es dificultoso, garantiza la conservación de lo conquistado, pues los problemas solo se presentan al inicio de la hazaña, ya que la instauración de nuevas leyes causa cierto movimiento y alteración, más aún cuando el territorio cumple con la descripción hecha en el capítulo V, sin embargo, durante el resto del tiempo todo es estabilidad y seguridad, siempre y cuando las leyes sean buenas y el Príncipe sepa gobernar.

Considérese por ejemplo, a los hermanos Castro, al Che Guevara y la Revolución Cubana. Fidel, como líder de la revolución, atravesó un sinfín de vicisitudes para derrocar al dictador Fulgencio Batista, hasta llegar a la cárcel y al exilio en México, donde reunió fondos para la causa. El movimiento revolucionario cubano derrocó al dictador en 1959, y en el progreso de los siguientes años, instauró un Estado Socialista, relaciones con la URSS, y el resto de países que conformaban el Segundo Mundo. Dicha situación ha perdurado hasta el día de hoy, claro, con sus altos y sus bajos, pero, en este ejemplo histórico tan actual, se pone en evidencia el principio que Maquiavelo enuncia: los revolucionarios obtuvieron el poder por el esfuerzo y el sudor que invirtieron en la lucha, por tanto, el conflicto verdaderamente solo tuvo lugar al inicio, y ha durado ya más de 50 años sin ninguna tribulación mayor.

Por último, Maquiavelo dice que si un ciudadano llega a ser Príncipe, esto se debe porque logró aprovechar la ocasión que el azar le presentó, y gracias a sus méritos logra obtener el poder, en el cual se mantiene fácilmente y durante mucho tiempo; caso similar a Fidel Castro, quien al ser el líder del movimiento revolucionario cubano, gobernó de 1959 hasta el 2008, situación que perduró gracias a sus méritos y el respeto que el pueblo le tenía.


Capítulo VII.- De los principados nuevos que se adquieren con armas y fortuna de otros.

Estos principados son los más riesgosos y los menos duraderos, ya que el Príncipe depende de quien le apoyo, le brindó armas, soldados, nobles, dinero y demás ayudas. Es en este capítulo donde Maquiavelo hace por primera vez, alusión a César Borgia, hijo de Alejandro VI, Papa 214 de la Iglesia Católica, cuyo nombre original era Rodrigo Borgia.

 Alejandro, conquistó para su hijo, César, el territorio de la Romaña, en el centro de Italia, para esto, hizo uso de la influencia y las fuerzas del Estado Vaticano, y afianzó a su hijo, el Duque Valentino, como Príncipe de dicho Estado. Maquiavelo ve en César Borgia al arquetipo de Príncipe, inclusive, se considera que en él se inspiró para realizar la obra, ya que es despiadado, frío, sanguinario, audaz e inteligente, pues a pesar de que aparentemente no tenía el mérito de haber conquistado nada, si tuvo el de haber sabido manejarse como Príncipe, pues logró realizar más conquistas y conservar la que su padre le había ganado. Para ello, César debió defenderse de enemigos, conquistar amistades, usar la fuerza y el fraude, se hizo amar y se hizo temer, respetar y obedecer, mató a un sinfín de opositores, fue severo y amable,  magnánimo y liberal, es decir, supo, como posteriormente el autor menciona, comportarse como Hombre y como Bestia, naturaleza Dual del Ser Humano.

Capítulo VIII.- De los que llegaron al principado mediante crímenes.

Los crímenes, considerados desde la óptica del autor, pueden dividirse en dos: Perversidades y Delitos, y ganándose (de manera criminal, claro está), el favor de los conciudadanos. En ambos casos, debe comprenderse que se ingresa al poder de una manera no muy agradable a los ojos del pueblo, o de la mayor parte del pueblo, sin embargo, estando una vez allí, se debe ser consciente, que como previamente se había sostenido en el capítulo V, el mal mayor es preferible al inicio.

Así, el autor menciona que las medidas deben ser severas y de ser necesario, sanguinarias, esto únicamente al principio, para que una vez instaurada la autoridad del príncipe, no sea necesario recurrir constantemente a la violencia, y que si se está periódicamente ofendiendo a los súbditos, estos pueden cansarse y sublevarse en contra del Príncipe.


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