Nicolás Maquiavelo: El Príncipe, Capítulo IV al VIII
Capítulo IV.- Por qué el reino de Darío
ocupado por Alejandro no se sublevó contra los sucesores de éste después de su
muerte.
Dentro de este capítulo, en aras de no enfrascarnos tan
profundamente en los ejemplos históricos que el autor enuncia vastamente, nos
limitaremos a describir las ideas y principios que son presentados, ya que aquí
no se pretende emular o transcribir la obra, sino solo comentarla y agregar
puntos que enriquezcan lo ya escrito por Maquiavelo; situación que será
sostenida durante todo el trabajo aquí emprendido.
Dentro del capítulo, se distingue que históricamente, dentro
de los principados, hay dos formas de gobernar: cuando el Príncipe elige de
entre sus siervos a los que serán elevados a la categoría de Ministros, quienes
le ayudarán a gobernar mejor, o bien, cuando el príncipe gobierna, oficialmente
a lo menos, por sí solo, pero tácitamente recibe la ayuda de familias de
Nobles, que tienen sus propios Estados, un linaje de gran duración, y el amor
del pueblo.
De lo anterior se desprende que si el Príncipe gobierna con
la ayuda de los Nobles, dentro de toda la extensión de su Territorio, no se
reconoce otra autoridad que no sea la de él, es el único Soberano; sin embargo,
el mismo príncipe, y las personas cercanas a él, conocen que depende de los
Nobles que le asisten. Esta situación es similar a la dependencia que algunos
gobernantes (sin necesidad de mencionar nombres), mantienen con las instancias
internacionales como el FMI, el BM, la OMC, entre otros, o bien, con empresas
Transnacionales como lo son Monsanto, Coca Cola Company, Shell, Texaco, entre
muchas otras.
Por otra parte, si el Príncipe se sirve de Ministros, deberá
tener cuidado de que estos le sean leales sola y únicamente a él, y que el
pueblo les tenga respeto, solo por ser representantes de él.
Capítulo V.- De qué modo hay que gobernar
las ciudades o principados que antes de ser ocupados, se regían por sus propias
leyes.
Este capítulo es de suma importancia, ya que presenta
principios prácticamente invariables en ejemplos históricos, que sirven para
domar a un Estado que se encuentra en una transición como una Revolución o un
Golpe de Estado.
Maquiavelo, dentro de sus consideraciones iniciales, da una
triple pauta, con la cual pretende abarcar toda posibilidad y variable
existente en un evento de cataclismo y reverberación social; esto es, para
conservar un Estado antes libre y autónomo, hay tres caminos posibles:
Destruirlo, Vivir en él, y conservar todo como estaba antes, hacer pagar un
tributo y establecer un gobierno emanado del mismo pueblo.
Luego, continuando con los tintes maquiavélicos de la obra, el autor nos menciona que si se pretende
conservar un Estado que, antes era libre, y nunca había sido gobernado por un
Soberano, se debe primero aplastar al
mismo, doblegarlo y malearlo a gusto del Príncipe, esto para lograr imponer su
autoridad y su ley, teniendo la seguridad que, como en los siguientes capítulos
se versará, iniciar con un mal tan terrible, en verdad traerá grandes
beneficios a futuro.
Luego, como previamente se había mencionado en el capítulo III,
una buena medida para granjearse el respeto, amor, y afinidad de los pueblos
recién conquistados o anexados, más aún si anteriormente los mismos eran
libres, es radicarse en su territorio. Esta situación, brinda un mayor abanico
de influencia y posibilidades al Príncipe, quien, gracias a ello, podrá
detectar insurrecciones y conspiraciones incluso antes de que aparezcan; caso
contrario, que si no vive en el nuevo territorio, solo verá los problemas
cuando ya sea demasiado tarde, y no podrá actuar correctamente.
Por último, la tercer vía, en suma, la menos dura, pero sin
duda la más maquiavélica, dice que el instaurar un gobierno de representación
popular, podría ganarle al príncipe cierta imagen positiva, ya que dejará que
el pueblo se gobierne a sí mismo, aún y cuando, en realidad, los representantes
sean nombrados a modo, de tal manera que el Príncipe les diga que hacer, y sean
solo títeres de la voluntad máxima del mismo. Puede tenerse confianza en que
estos le serán fieles y leales, ya que le deben el cargo al Príncipe, y si
quisieran sublevarse, no lo lograrían so pena de un sinfín de riesgos y
peligros, o bien, necesitarían una gran trayectoria para que el Príncipe les de
su plena confianza, para luego traicionarla.
Podríamos considerar, que la más racional y maquiavélica, es
decir, astuta y sagaz, es la última, ya que sugiere una democracia
representativa, que no vulnera físicamente la integridad del pueblo, sino que,
sin recurrir a las armas, y a la vigilancia constante e incansable del
Príncipe, garantiza la estabilidad del gobierno, así como la paz y la
prosperidad.
Capítulo VI.- De los principados nuevos que
se adquieren con las armas propias y el talento personal.
Se inicia el capítulo manifestando que adquirir un
territorio, con el esfuerzo y el sudor propio del Príncipe, si bien es
dificultoso, garantiza la conservación de lo conquistado, pues los problemas
solo se presentan al inicio de la hazaña, ya que la instauración de nuevas
leyes causa cierto movimiento y alteración, más aún cuando el territorio cumple
con la descripción hecha en el capítulo V, sin embargo, durante el resto del
tiempo todo es estabilidad y seguridad, siempre y cuando las leyes sean buenas
y el Príncipe sepa gobernar.
Considérese por ejemplo, a los hermanos Castro, al Che
Guevara y la Revolución Cubana. Fidel, como líder de la revolución, atravesó un
sinfín de vicisitudes para derrocar al dictador Fulgencio Batista, hasta llegar
a la cárcel y al exilio en México, donde reunió fondos para la causa. El
movimiento revolucionario cubano derrocó al dictador en 1959, y en el progreso
de los siguientes años, instauró un Estado Socialista, relaciones con la URSS,
y el resto de países que conformaban el Segundo Mundo. Dicha situación ha
perdurado hasta el día de hoy, claro, con sus altos y sus bajos, pero, en este
ejemplo histórico tan actual, se pone en evidencia el principio que Maquiavelo
enuncia: los revolucionarios obtuvieron el poder por el esfuerzo y el sudor que
invirtieron en la lucha, por tanto, el conflicto verdaderamente solo tuvo lugar
al inicio, y ha durado ya más de 50 años sin ninguna tribulación mayor.
Por último, Maquiavelo dice que si un ciudadano llega a ser
Príncipe, esto se debe porque logró aprovechar la ocasión que el azar le
presentó, y gracias a sus méritos logra obtener el poder, en el cual se
mantiene fácilmente y durante mucho tiempo; caso similar a Fidel Castro, quien
al ser el líder del movimiento revolucionario cubano, gobernó de 1959 hasta el
2008, situación que perduró gracias a sus méritos y el respeto que el pueblo le
tenía.
Capítulo VII.- De los principados nuevos
que se adquieren con armas y fortuna de otros.
Estos principados son los más riesgosos y los menos
duraderos, ya que el Príncipe depende de quien le apoyo, le brindó armas,
soldados, nobles, dinero y demás ayudas. Es en este capítulo donde Maquiavelo
hace por primera vez, alusión a César Borgia, hijo de Alejandro VI, Papa 214 de
la Iglesia Católica, cuyo nombre original era Rodrigo Borgia.
Alejandro, conquistó
para su hijo, César, el territorio de la Romaña, en el centro de Italia, para
esto, hizo uso de la influencia y las fuerzas del Estado Vaticano, y afianzó a
su hijo, el Duque Valentino, como Príncipe de dicho Estado. Maquiavelo ve en
César Borgia al arquetipo de Príncipe, inclusive, se considera que en él se
inspiró para realizar la obra, ya que es despiadado, frío, sanguinario, audaz e
inteligente, pues a pesar de que aparentemente no tenía el mérito de haber
conquistado nada, si tuvo el de haber sabido manejarse como Príncipe, pues
logró realizar más conquistas y conservar la que su padre le había ganado. Para
ello, César debió defenderse de enemigos, conquistar amistades, usar la fuerza
y el fraude, se hizo amar y se hizo temer, respetar y obedecer, mató a un
sinfín de opositores, fue severo y amable,
magnánimo y liberal, es decir, supo, como posteriormente el autor
menciona, comportarse como Hombre y como Bestia, naturaleza Dual del Ser
Humano.
Capítulo VIII.- De los que llegaron al
principado mediante crímenes.
Los crímenes, considerados desde la óptica del autor, pueden
dividirse en dos: Perversidades y Delitos, y ganándose (de manera criminal,
claro está), el favor de los conciudadanos. En ambos casos, debe comprenderse
que se ingresa al poder de una manera no muy agradable a los ojos del pueblo, o
de la mayor parte del pueblo, sin embargo, estando una vez allí, se debe ser
consciente, que como previamente se había sostenido en el capítulo V, el mal
mayor es preferible al inicio.
Así, el autor menciona que las medidas deben ser severas y
de ser necesario, sanguinarias, esto únicamente al principio, para que una vez
instaurada la autoridad del príncipe, no sea necesario recurrir constantemente
a la violencia, y que si se está periódicamente ofendiendo a los súbditos,
estos pueden cansarse y sublevarse en contra del Príncipe.
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