lunes, 9 de septiembre de 2013

El Príncipe, Aspectos Generales

El Príncipe de Nicolás Maquiavelo


Aspectos Generales de la Obra



     Niccolò di Bernardo dei Machiavelli, verdadera eminencia del pensamiento político clásico y realista, nos presenta en su totalidad un conglomerado de ideas que representa, al igual que autores como Bocaccio, Dante y Petrarca representaron su momento histórico; una de las cumbres del Pensamiento Renacentista Italiano, específicamente Florentino.


     Maquiavelo, fue, sin menoscabo alguno para su capacidad, un empleado de gobierno, un burócrata, que se desempeñó en diversas funciones, desde encargado de una oficina pública, hasta diplomático y embajador de la República de Florencia, nunca llegó a ostentar propiamente el poder del príncipe a quien tanta alusión hace en su obra; sin embargo, siempre estuvo cercano a la esfera política de su país, a tal grado de obtener el suficiente conocimiento como para habernos legado una obra tan elocuente como lo es El Príncipe.

     La obra en cuestión, ha sido de una trascendencia tal, que el simple hecho de que en nuestros días aún se lea, es suficiente como para denotar su vigencia, pero si ello no fuese suficiente, sírvase en hacer ver el hecho que El Príncipe ha sido comentado por personas de la talla de Napoleón Bonaparte y Cristina de Suecia.


     No se trata pues, de una opinión subjetiva de un pequeño florentino, subyugada a sus tiempos, o bien, a la cultura italiana; nada más lejos de la realidad. Se trata, de un verdadero conocimiento teórico, aplicable, duradero y vigente, el cual tiene las características de sistemático, objetivo y verificable, características que por sí solas le valen el carácter de científico, a su vez, que cumple con las exigencias de las Ciencias Sociales al describir, interpretar y criticar los hechos históricos, a la vez que expone los principios elementales de habrían de regir el comportamiento de un político. Es pues, un conocimiento verdadero.


     La figura de Maquiavelo, su pensamiento, su método, sus ideas, sus ejemplos y su ingenio, han probado ser tan intensos y tan profundamente vigentes, que las escuelas norteamericanas se han servido de él, reivindicándole y adoptándole como el Padre de la Ciencia Política, cargo que no es para nada menospreciable. Este suceso es prueba fehaciente de la veracidad de sus ideas, y de la trascendencia de las mismas, ya que si bien, Maquiavelo no fue un gobernante, ni un príncipe, fue un verdadero político, que se enfrentó a una época de crisis en su país, colaboró, actuó, y aún inclusive después de haber pasado más de 400 años de su muerte, su legado sigue siendo efectivo hoy, en nuestros días.


     La escuela idealista, es representada magnamente por Platón, con su República, donde el sabio filósofo humanista versa extensamente sobre las repúblicas, la democracia, la plebe y todo lo relacionado al tema de las polis griegas, lo cual hace desde una perspectiva idealista, idealizada e ideal. Caso contrario con nuestro autor, Maquiavelo abandera la escuela realista, que confronta a la realidad desde la perspectiva real; es decir, al ser por el ser, y no por lo que podría llegar a ser, o peor aún, por lo que debería ser, es decir, nuestro autor es un estadista ontológico no deontológico; situación que le ha granjeado a su pensamiento el equívoco y, por mucho peyorativo término de Maquiavélico, el cual hace referencia a un proceder sin escrúpulos, carente de toda moral y ética alguna.


     Este juicio es errado, ya que dentro de la misma obra, Maquiavelo propone la creación de buenas leyes, buenas medidas populares y buenas relaciones tanto con el pueblo como con los nobles, y solo propugna constantemente por que el príncipe sepa ser moral e inmoral, bueno y malo, tacaño primeramente, para luego ser generoso, situación que nos lleva al siguiente y último punto, el dualismo.


     Nuestro autor desarrolla en toda la obra un problema filosófico que fue tratado ampliamente durante la edad media: El Dualismo; el cual propone la existencia de dos sustancias distintas y opuestas, es decir, fuego y agua, Dios y Satanás, bien y mal, vida y muerte; problema que sería resuelto con las tríadas de Hegel y su pensamiento totalizador consagrado en la idea. Así, Maquiavelo, entre todas sus propuestas, deja permear un dualismo constante, entre ser amado y ser temido, ser un zorro y ser león, ser hombre y ser bestia. Es pues, notable en el desarrollo de la obra.

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